domingo, julio 20, 2008

Siempre nos quedará París



Es un descanso, unas vacaciones, un verano, un mar, un agua azul, un cielo, un abrazo, un libro, muchos libros, una música, muchas músicas, una mirada, un silencio, una piel, una toalla, un sol, varias lunas, una sombra, una ensalada, unos filetes, sandía, helado, siesta, levantarse tarde, acostarse muy tarde, ventilador, unas sandalias, camiseta de tirantes, pantalón corto, escasa plancha. Granizados para ralentizar el tiempo de estío.


Poca historia. O mucha.


De todas formas, y sin despedidas, siempre nos quedará París.


( "Calles del viejo París" pertenece a mi infancia. Es de esas canciones en español que te hacen recordar, como tantas otras, un tiempo vivido.)

domingo, julio 13, 2008

Vitoria sin mí

(Festival de Jazz. Vitoria-Gastéiz 2008)



Imposible no sucumbir a su encanto, a su ritmo y a sus mezclas, a la síncopa, a la improvisación, al aura que embriaga.

Imposible no dejarse llevar por los dedos del contrabajo, por el blanco y negro de las teclas, por el timbre del metal o de la madera, por las baquetas, por las voces, por la música.

Imposible no fijarse en el músico, dueño y poseedor de la interpretación más absoluta sobre lo que él y sólo él cree que ha de transmitir.

Y acierta, da de lleno; ofrece, recoge y construye, trasmite, vibra y hace vibrar, te trae y te lleva,
te mira. Te envuelve.

Me estoy refiriendo, cómo no, al Jazz.


Feliz semana.



domingo, julio 06, 2008

¿Cómo se lee la poesía?

(Mi mundo rojo. Rogelio Sánchez)



ALGUIEN me pregunta: ¿Cómo se lee la poesía?
Ya no un poema en particular, sino la poesía en general.

Podría contestar: la poesía se lee en rojo o negro;
se lee con el alma, con el pensamiento;
se lee en voz alta y en silencio.
Se lee en satén, en lienzo; en una imagen.
La poesía se lee solo.

Pero todo esto no sería sino palabras, como versos, que jamás nadie podría entender.
Salvo quien lee poesía.


ME BASTA ASÍ (Ángel González)

Si yo fuera Dios
y tuviese el secreto,
haría
un ser exacto a ti;
lo probaría
(a la manera de los panaderos
cuando prueban el pan, es decir:
con la boca),
y si ese sabor fuese
igual al tuyo, o sea
tu mismo olor, y tu manera
de sonreír,
y de guardar silencio,
y de estrechar mi mano estrictamente,
y de besarnos sin hacernos daño
-de esto sí estoy seguro: pongo
tanta atención cuando te beso;
entonces,
si yo fuese Dios,
podría repetirte y repetirte,
siempre la misma y siempre diferente,
sin cansarme jamás del juego idéntico,
sin desdeñar tampoco la que fuiste
por la que ibas a ser dentro de nada;
ya no sé si me explico, pero quiero
aclarar que si yo fuese
Dios, haría
lo posible por ser Ángel González
para quererte tal como te quiero,
para aguardar con calma
a que te crees tú misma cada día,
a que sorprendas todas las mañanas
la luz recién nacida con tu propia
luz, y corras
la cortina impalpable que separa
el sueño de la vida,
resucitándome con tu palabra,
Lázaro alegre,
yo,
mojado todavía
de sombras y pereza,
sorprendido y absorto
en la contemplación de todo aquello
que, en unión de mí mismo,
recuperas y salvas, mueves, dejas
abandonado cuando -luego- callas...
(Escucho tu silencio.
Oigo
constelaciones: existes.
Creo en ti.
Eres.
Me basta. )