martes, enero 01, 2008

Viena

Viena, sí.

Allí me gustaría estar ahora, en este momento del día uno de enero de 2008. Sentada en una de las butacas de la Sala Dorada del Musikverin, escuchando y viendo el concierto más famoso del mundo: el que ofrece para todos los mortales la Orquesta Filarmónica de Viena en el día de hoy.
La magia de los Strauss se viste este año con Georges Prêtre a la batuta, que no utiliza siempre, envolviendo a las 1641 personas que caben en la sala, engalanada con flores que cada año regala la ciudad de San Remo.
Prêtre, francés, director honorífico de la prestigiosa orquesta y que ha sido caracterizado por la revista de la Sociedad de Amigos de la Música vienesa como un «volcán» a pesar de sus 83 años, reveló que para él los músicos son «como un caballo de sangre pura que tan sólo espera recibir los impulsos del jinete».
Más de la mitad de las piezas que se interpretan hoy no las había dirigido nunca. Sin embargo, ha preferido aprenderse las partituras de memoria y no tenerlas delante, pues él considera importantísimo la comunicación con los músicos por medio del gesto, la mirada, etc. Y vaya si lo demuestra.
Las entradas pueden rondar los trescientos euros, aunque llegan a 3000 en la reventa. Además, se han de reservar con muchísimo tiempo de antelación.
La cifra estimada de televidentes a lo largo del mundo es de mil millones. Yo, uno de ellos.
El concierto se ofrece dos veces. Una la noche de San Silvestre y la otra hoy. Los austríacos se quejaban de que las entradas para el día uno las tenían colapsadas los japoneses.
Hoy, con la resaca del cava y los turrones y los confetis, mi padre y yo miramos la pantalla y escuchamos las notas de los valses, mazurcas, polcas y demás, para terminar con los conocidísimos Danubio azul y Marcha Radetzky.

Feliz Año Nuevo.

El vídeo que incluyo corresponde al concierto del año pasado, dirigida la orquesta por el Maestro Zubin Mehta.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Feliz 2008. Y de nuevo otra coincidencia. En casa es una tradición, al levantarse el día de Año Nuevo de todos los años desde hace 25 (el tiempo que llevamos casados), encender la televisión y disfrutar del concierto desde Viena. El gran "forofo" mi marido que se sienta frente a la caja "tonta" que en este día se convierte en un poco más lista. Y siempre, también todos los años, el mismo comentario: "a ver cuando podemos ir a Viena a verlo en directo". Un sueño más para el próximo día 1 de enero. ¡Ojalá se cumpla algún año!.

Mª Jesús Lamora dijo...

Feliz año nuevo también para ti y tu familia.
¡Tan encantadora!
¿Te imaginas coincidiendo allí, a la entrada?
Besos cinco mil.

BL dijo...

Tantos somos los que alguna vez hemos profesado el deseo irrefenable de ocupar una de esas butacas...
Los ceros patateros, aunque puedan parecer deliciosos bien asaditos a la panadera o con salsa brava, no deberían producirse en el indicador de comentarios a las entradas de este entrañable blog. La denostada y paradógicamente bendita rutina está ahí, a la vuelta de la esquina. Las desorientadas o inexistentes aguas, como las del viernes día cuatro, volverán a sus cauces.
Hasta pronto.

Mª Jesús Lamora dijo...

PARADÓJICAMENTE, casi todo vuelve a su cauce.

BL dijo...

Hay veces que, modestia aparte, hasta las mejores fallamos.
Espero, con las cincuenta copias, haber purgado el yerro. Gracias por la corrección.
Paradójicamente, paradójicamente, paradójicamente, paradójicamente,
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Mª Jesús Lamora dijo...

Respondo:
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Seis de regalo.