sábado, noviembre 17, 2007

Barcelona



Diecisiete treinta horas de ayer, viernes. Barcelona Diagonal está colapsada. Parece, desde el asiento número cuatro del autobús que hace el recorrido de la capital altoaragonesa a la catalana, una bandera bicolor. Por una parte, todas las luces rojas de la parte posterior de vehículos en el mismo sentido que nosotros; por la otra, cientos de luces blancas de la parte delantera de otros que salen de la ciudad condal .
Me distraigo en imaginar las historias de la gente que veo a través del cristal, es una manía que tengo, de los huéspedes de los hoteles de cinco estrellas que aparecen iluminados a mano derecha.
Me distraen las incipientes alegorías navideñas que quieren hacerse paso entre otros anuncios.

-Me estoy meando, haga el favor de abrir la puerta y dejarme bajar.
Quien lo dice en voz lo suficientemente alta como para que nos enteremos los cercanos es un hombre de mediana edad que se ha dirigido desde no sé qué asiento hasta llegar a la oreja del conductor
En primer lugar, lo de “mear” a mí no me va. Prefiero el “ hacer pis” de toda mi vida. Le lanzo una mirada que pretende ser lo más indiferente posible pero que no lo es, todo por el mearse de las narices.
El conductor informa de la imposibilidad de poder acceder a este antojo , a este deseo desaforado , a esta súplica.
Se sigue escuchando:- Por favor, por favor, que no me aguanto.
¿Tendrá problemas prostáticos?, ¿será claustrofóbico?, ¿es una artimaña para secuestrar el autobús con nosotros dentro?.
Moreno, abrigo oscuro, corbata, cartera de mano. Parece tan correcto.
-Le digo que me baje, que me estoy meando, que no puedo más, que me voy a mear en el asiento.
-Si usted se mea en el asiento, yo lo recogeré con la fregona.
Los cuatro ocupantes de los primeros asientos nos miramos de reojo.
El tono de voz se eleva un poco.
-En cuanto baje de aquí le voy a denunciar.
Haga lo que quiera, pero el autobús no se abre hasta la estación de Sants
-Por favor, hombre, no sea así, que lo estoy pasando muy mal, que me voy a mear en los pantalones, se lo suplico, bajo mi responsabilidad, yo le firmo un papel eximiéndole de toda culpa.
El conductor continúa impertérrito. Su No tajante, sin perder la compostura ni un momento, supongo que harto de bocinazos y volantes, y de tipos como el de hoy, no sé, que se hace pis…
Y no es cualquier cosa eso. Porque yo recuerdo haber tenido que beber un litro y medio de agua en ayunas para una prueba médica y no poder haber ido a mear, miccionar, hacer pipí, hacer pis, hasta pasadas tres horas. Y certifico que se pasa muy, pero que muy mal.
Seis y media. Ha anochecido. Media hora de retraso. Por fin se abre la puerta. Paren el autobús, que yo me apeo. No sé más del susodicho.
La ciudad se despliega entre gentes y huellas , contenedores, anuncios. parejas que se besan y conversan por Numancia, luces de viviendas al otro lado de las aceras.
Sigo imaginado historias de otros que, quizás, están ahora imaginando la mía. Piso el suelo que otros pisan: escritores, poetas, pintores, artistas.
Barcelona me atrapa, también en el casi silencio de la noche.

4 comentarios:

jpsg52 dijo...

La hermosura del otoño nos envuelve con su cada vez mas larga noche. Por qué nos empeñamos en iluminarla ?? Aunque también sea hermoso. Igual que una fría noche estrellada. Feliz estancia en Barcelona.

Aragón dijo...

¿Iba muy lleno el autobús? Yo hubiera meado en el autobús, aunque por suerte no tengo que viajar estos días a la hermosa ciudad Condal.

Jorge BG dijo...

¡Hola María Jesús! Que soy Jorge Bafalluy, como me dijiste que te escribiera algo bonito pues aquí te dejo una poesía de Machado que es la que más me gusta de las que hemos estudiado, o estamos estudiando este trimestre:

YO VOY SOÑANDO CAMINOS


Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!...
¿Adónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero
a lo largo del sendero...
-La tarde cayendo está-.
"En el corazón tenía
la espina de una pasión;
logré arrancármela un día;
ya no siento el corazón."

Y todo el campo un momento
se queda, mudo y sombrío,
meditando. Suena el viento
en los álamos del río.
La tarde más se oscurece;
y el camino que serpea
y débilmente blanquea,
se enturbia y desaparece.

Mi cantar vuelve a plañir;
"Aguda espina dorada,
quién te pudiera sentir
en el corazón clavada."


Pues nada, espero que te guste Machado... ¡Venga un saludo!

Mª Jesús Lamora dijo...

Claro que me gusta Machado (mucho antes de estudiarlo en la carrera).
Supongo que seguirás siendo un alumno estupendo, tal como eras cuando te di clase.
besos.