Un bebé de nueve meses fallece por presuntos malos tratos. Una madre mata a sus tres hijos pequeños. Un hombre asesina a su hermano. Un hombre ahoga a su hijo en una bañera. Una mujer mata a sus cinco hijos y luego se suicida. Un hombre deja muerta a su pareja y huye.
Son noticias que aparecen en periódicos.
Como en la película: El huevo de la serpiente, de I. Bergman, habría que preguntarse:
¿Dónde está el límite entre la cordura y la no-cordura?, ¿es un signo de locura?
"El doctor Vergerus conduce clandestinamente una serie de experimentos con seres humanos; el más memorable es el “experimento de resistencia” de una enfermera (“una mujer completamente normal, bastante inteligente”) a la cual encierran en una habitación con un bebé que, por un daño cerebral, nunca para de llorar. A las doce horas todavía es dueña de sí misma; a las veinticuatro concibe la idea de matar al pequeño demonio berreante, algo que finalmente hará seis horas más tarde.
"El doctor Vergerus conduce clandestinamente una serie de experimentos con seres humanos; el más memorable es el “experimento de resistencia” de una enfermera (“una mujer completamente normal, bastante inteligente”) a la cual encierran en una habitación con un bebé que, por un daño cerebral, nunca para de llorar. A las doce horas todavía es dueña de sí misma; a las veinticuatro concibe la idea de matar al pequeño demonio berreante, algo que finalmente hará seis horas más tarde.
Aunque la comicidad no era su fuerte, Bergman sabía que, para ser perfecto, el horror debe tener, como los chistes, un remate: estamos todavía transidos de horror por el abominable acto cuando el doctor agrega, circunspecto: “Una notable resistencia”. Esas tres palabras nos dan vuelta como un guante, revierten sobre nosotros la condena moral a medias formada en nuestra mente: ¿cuánto hubieses aguantado tú?
La obra de Bergman es una prolongada exploración sobre la capacidad de resistencia del ser humano. Sus películas buscan una y otra vez, y despiadadamente, ese punto de quiebre; cuando nuestro equilibrio psíquico, moral y emotivo colapsa bajo el peso del terror, el castigo, la agresión, el dolor físico, el agotamiento".
Vivimos entre el placer y la angustia de nuestra realidad individual.
Buenos días.
La obra de Bergman es una prolongada exploración sobre la capacidad de resistencia del ser humano. Sus películas buscan una y otra vez, y despiadadamente, ese punto de quiebre; cuando nuestro equilibrio psíquico, moral y emotivo colapsa bajo el peso del terror, el castigo, la agresión, el dolor físico, el agotamiento".
Vivimos entre el placer y la angustia de nuestra realidad individual.
Buenos días.
6 comentarios:
(...)cuando nuestro equilibrio psíquico, moral y emotivo colapsa bajo el peso del terror, el castigo, la agresión, el dolor físico, el agotamiento".
¿Hasta dónde podemos aguantar?, preguntas. Depende de nuestra formación moral y espiritual, depende del momento en que nos encontremos, de nuestra paciencia y tolerancia, de la capacidad de razonamiento, etc, etc. No hay un baremo que mida el límite: cada persona puede tener más o menos aguante según cada una de las circunstancias. Lo que está claro, es que tod@s los que hemos conocido la experiencia del peso del terror, el castigo, la agresión no necesariamente física(mobbing, acoso) "explotamos" alguna vez,se nos rompe el límite de aguante, caemos, nadamos en la dejadez, nos hundimos y perdemos el equilibrio que nos mantiene en pie. Y además, ha de pasar mucho tiempo para poder hablar de ello.
Veremos esa peli de Bergman. Ciao
Tus colaboraciones son absolutamente rotundas,categóricas, al tiempo que emocionantes y conmovedoras; únicas, al fin y al cabo.
Las realidades son tan dispares como las personas que las vivimos.
Bergman siempre me ha gustado. También soy yo un poco rara.
Abrazo. Siempre.
Hasta tal punto llegamos ser desconocedores de nosotros mismos que ignoramos los umbrales de nuestras propias tolerancias. Sí, lo escribo en plural porque somos capaces de transigir, con nuestra propia persona, nuestras carencias y nuestras ralas virtudes, o con nuestros congéneres. Cuando le preguntamos a nuestro espejito hasta dónde podríamos llegar a tolerar, éste se las ve y se las desea para que no le fulminemos con la mirada y quede reducido a un montoncito de cristales informes e inermes, como un multiplicador caleidoscopio donde se muestren nuestras desconfianzas, frustraciones e innumerables bajezas. Seguimos siendo “ ...el hombre malo del campo o de la aldea, capaz de insanos vicios y crímenes bestiales, que bajo el pardo sayo esconde un alma fea, esclava de los siete pecados capitales.”
Vivimos en sociedad, pero preferimos mirarnos el ombligo; poseemos raciocinio, mas nos dominan los instintos; somos capaces de llegar a la Luna, pero a costa de violar repetidamente las leyes de la naturaleza de nuestro propio planeta. Y, sin embargo, somos capaces de querer, de estrechar una mano, de dedicar una sonrisa, de ceder el paso, de dejar libre un asiento, de emocionarnos, de... ceder ante la dificultad y, paradójicamente, de escribir y disfrutar de versos como de estos serventesios alejandrinos magistrales de Rubén Darío, algo dislocados en esta angosta ventana.
“Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura porque esa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.
Ser y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror...
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por
lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,
¡y no saber adónde vamos,
ni de dónde venimos!...”
Gracias por tu tiempo.
No he visto "El huevo de la serpiente", no tenía noticias de la película... Añado este comentario solamente con la intención de probar si mi primera participación llega finalmente a destino, si acaba recogida donde todas, saltándome los campos obligatorios a los que, espero, el anonimato no me obligue a dar respuesta. Vale. Pilar
Cuando leo tu entrada de hoy viene a mi memoria un recuerdo de adolescencia... Una Ingrid Bergman en una madurez espectacular ejerciendo de madre pianista de una "desequilibrada" Liv Ullman en "Sonata de Otoño"...¿equilibrios?, ¿desequilibrios? ¿equidistancias irreductibles?...
Fue mi primer Bergman; no fue el último, aunque puede que sea el que más me tocó el alma.
Por cierto, llevo días pensando que puede interesarte... : http://www.rosariocuriel.com/indice.htm
Puede que te guste...
Besos!
Antonio Machado nos recuerda las tierras de España, Bl, y los serventesios de Rubén Darío son realmente "magistrales".
Gracias por la literatura.
A ti, Pilar, bienvenida a este rincón.
Alfons, vi la película que comentas: Sonata de otoño.
Respecto a la escritora de Lérida, gracias por haber pensado que podía interesarme.
A cuantos os acercáis por las páginas de este blog, besos y abrazos. Sinceramente.
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