te ofrezco mi mano cuando estés triste.
Te llamaré si me siento sola,
reiré contigo cuando estés alegre,
celebrarás conmigo mi felicidad.
Porque eres mi mejor amiga
llevaré tu nombre en mi corazón
y, aunque los años y la vida nos separen,
siempre contarás conmigo
y siempre en mi pensamiento permanecerás.
Porque eres mi mejor amiga
te quiero, te respeto, te perdono.
Porque eres mi mejor amiga
me abrazas y me prestas tu calor,
y siempre estarás conmigo
y siempre contigo estaré yo.
Tu amiga
Sandra
Un amigo no es lo que ves,
es lo que sientes que es.
Navidad 2007.
Tengo cuarenta y siete años y nunca había visto un regalo de Reyes igual a éste. Ayer, Ana, cuando llegó de la cabalgata, se encontró un regalo de su amiga. Una caja enorme, llena de papeles e indicadores de seguir buscando, hasta que al final apareció, envuelto, un álbum de fotos en el que, después de que en la primera página se mostrara la dedicatoria escrita arriba, las demás estaban llenas de fotografías preciosas, pero no colocadas de cualquier manera, no, sino que en cada una había dos fotos, una de Ana y otra de Sandra, en tiempo similar, desde que nacieron. Así sucesivamente hasta hoy.
Todas ellas adornadas con pegatinas alusivas a lo que aparecía allí. Por ejemplo, en una aparece una con las manos encima del piano y en la inferior aparece la otra con una trompetilla, y unas pegatinas de muñequitos músicos. En otras imágenes son las dos muchachitas las que están juntas.
Casi veinticinco páginas de amistad al unísono. Al final hay un escrito en el que se lee:
A partir de aquí rellénalo tú con más fotos nuestras. Te quiero.
Para este regalo hizo falta que la madre, Paz, viniera un día a buscar fotos, sin saberlo nadie, claro, para que ella, con Sandra, hicieran semejante montaje, con fotocopias y demás.
El amor es el mejor regalo del mundo.
Gracias.
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