La calzada es amplia. Cuatro carriles se dibujan paralelos en una recta que atraviesa la avenida mientras, más allá de la ventanilla de la derecha, canalizado y ribeteado de césped, el Segre concluye su estancia en la ciudad y continúa hacia el Mediterráneo.
Los semáforos cambian su tonalidad cada varios minutos. Uno conduce ausente a los demás, fijo su pensamiento en retazos de vida.
De repente, aparecen flores en una farola, y en otra, y en otra, y en otra. Equidistantes luces formando un cuadrilátero, a ambos lados de las aceras, sujetan cada una un ramo de rosas rojas y blancas, se diría que casi recién cortadas, y una foto y un lazo y unas líneas y un recuerdo.
Uno se va acercando, porque los demás vehículos le conducen inexorablemente hacia adelante, y cuando piensa que la luz verde va a permanecer unos segundos más, los suficientes como para que pueda seguir, el semáforo cambia de color y uno se ve obligado a aminorar la velocidad hasta parar. De forma que, ya quieto, puede ver de cerca esos ramos y esas fotos y lazos y textos, y su mirada coincide exactamente en el punto donde otros ojos y otra boca se muestran sonrientes en imágenes en color sobre papel brillante.
Y entonces, uno descubre que las cuatro fotografías corresponden a la misma persona y que las flores llevan cintas dedicadas a ella. Y las líneas y los recuerdos, y los diecinueve años envueltos en sonrisa congelada hasta la eternidad, quedan en el aire de una avenida.
Después, cuando ya puede reanudar la marcha, uno mira por el espejo retrovisor. Y se aleja.
Los semáforos cambian su tonalidad cada varios minutos. Uno conduce ausente a los demás, fijo su pensamiento en retazos de vida.
De repente, aparecen flores en una farola, y en otra, y en otra, y en otra. Equidistantes luces formando un cuadrilátero, a ambos lados de las aceras, sujetan cada una un ramo de rosas rojas y blancas, se diría que casi recién cortadas, y una foto y un lazo y unas líneas y un recuerdo.
Uno se va acercando, porque los demás vehículos le conducen inexorablemente hacia adelante, y cuando piensa que la luz verde va a permanecer unos segundos más, los suficientes como para que pueda seguir, el semáforo cambia de color y uno se ve obligado a aminorar la velocidad hasta parar. De forma que, ya quieto, puede ver de cerca esos ramos y esas fotos y lazos y textos, y su mirada coincide exactamente en el punto donde otros ojos y otra boca se muestran sonrientes en imágenes en color sobre papel brillante.
Y entonces, uno descubre que las cuatro fotografías corresponden a la misma persona y que las flores llevan cintas dedicadas a ella. Y las líneas y los recuerdos, y los diecinueve años envueltos en sonrisa congelada hasta la eternidad, quedan en el aire de una avenida.
Después, cuando ya puede reanudar la marcha, uno mira por el espejo retrovisor. Y se aleja.
Nocturno Op. 9 No. 2 . Chopin. Yundi Li.
(Repito: Nocturno Op.9 No.2 de Chopin)
4 comentarios:
¡Cómo está la peña! Además de tener 50 puntos menos me he llevado un broncazo impresionante de Doña María Jesús. Y es que uno no se puede ausentar ni para tomar el café. ¡Y dice que los músicos somos unos raros! ¡Abrase visto! Menos mal que textos como este y la música de Chopin todo lo cura. Anda, porfa, quitame unos puntitos negativos.
Feliz día a todos,
Abrazo
Je, je, je, je, Fran. Es que tu café, desde que te fuiste allende los mares, hijo mío, ha sido largo, largo, largooooooo.
Echamos de menos, por lo menos yo, todosssssssss, tus recomendaciones musicales y, sobre todo, tu sonrisa.
Ya sé que estás.Y que sigues siendo tan encantador como siempre. Pero es que me preguntan por ti, me dicen que dónde te encuentras. Yo les digo que los cursos te están ocupando todo el tiempo. Pero tampoco es excusa. Sabes que te queremos un montón.
Pasaba por aquí (Aute), y ya sabes, "La vida es una tómbola" (Marisol). Así que entré, recorrí tu casa y no me quise marchar sin decírtelo: me ha gustado. Chapeau.
Un saludo.
Hola, Pepe, gracias por visitarme.
Las dos canciones me suenan. A adolescencia y juventud.
Abrazo.
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