sábado, diciembre 01, 2007

Conciertos de la 2


Como cada mañana, voy a darle los buenos días a mi padre, que vive en la casa contigua y a la que se puede acceder también desde la mía.

Está enfadado. ¿Y eso?, ¿es que no has dormido bien?, ¿es que no te gusta el beso de buenos días de tu única hija?, ¿es que has tenido alguna pesadilla?, ¿es que te has resfriado?, ¿es que tienes frío?, ¿es que no estás contento con mis cuidados?, ¿es que no te sientes querido?, ¿es que se ha terminado la leche?, ¿es que no ha funcionado la radio?, ¿es que no iban los cascos del aparato en cuestión y no has podido escuchar bien las noticias nocturnas?, ¿es que la próstata te ha dado mal?, ¿es que?

-Es que son casi las ocho y no hacen el concierto de la 2. Ya no lo hacen, ya no lo hacen, ya no lo quieren hacer, para eso me levanto, para verlo, y ya no lo hacen, ya no lo hacen...

Mientras, en la pantalla televisiva aparecen los rótulos que indican el final de un programa. Al minuto, o menos, empieza el de música. Está claro que es un concierto para piano y orquesta (veo los instrumentos: el piano, de otra manera, no estaría presente). Recojo unas cosas por la casa y escucho. Parece algo contemporáneo.

Y escucho también a mi padre: -Ya sale el piano, muchas teclas... y los dedos tan deprisa que no entiendo nada. ¿Y los violines?, eso sí, ahí están, eso sí que es música.

Menos mal, el concierto de la 2 ha empezado.

Y menos mal también que los comentarios que mi padre suele hacer sobre los instrumentos no los manifiesta a sus nietas, que ya sé que cada cual tiene sus preferidos, cuando ellas tocan, más bien todo lo contrario, que sé que está muy orgulloso de ellas y de su música, porque las pobres, !con las horas que se pasan delante de esas 88 teclas!. Tocando, claro.

Al cabo de un poco vuelvo a ver a mi padre. -¿Cómo va el concierto?. -Mal, casi no salen las trompetas y los trombones. -¿Pero no querías ver los violines?. -Sí, y las trompetas y los trombones también, ésos sí que suenan bien.

Y así nos pasamos un rato.

2 comentarios:

BL dijo...

Lamentablemente no sé de música, y no sólo eso, pues soy lego en muchas materias. La maldita especialización nos priva de conocimientos en otros tiempos al alcance de cualquier interesado.No por ello voy a dejar que mis neurones se vuelvan perezosa en esta mañana radiante de un domingo cualquiera de otoño, sin lluvia, sin setas ni nieve, pero repleto de horas y minutos que ocupar. La verdad es que me gusta la música, pero tenemos una relación como la que sustentan el canario y el bebedero que le procura el agua. Es decir, bebo pero no sé ni el cómo ni el porqué. Reconozco la grandilocuencia sonora de cuanto escucho, me deleito con sus notas, con sus silencios, con sus matices instrumentales e imagino el virtuosismo de los dedos que lo posibilitan , el sacrificio de los músicos y el buen hacer de todos quienes antes hicieron posible que aquellas composiciones no se las llevara el viento. De todos modos, a veces, sin pensarlo, puedes sobrecogerte con composiciones desconocidas o, a priori, sin demasiado crédito. La fotografía de esta entrada me ha recordado a "Campanades a morts", de Lluis Llach. No sé si es una sinfonía o no lo es, no sé si es una obra conocida o no, pero el cromatismo de la fotografía, con el instrumento de viento a pleno pulmón y el reflejo del acueducto, que se me antoja como un coro en plena efervescencia, me ha llevado a evocar esa pieza. Os recomiendo el último movimiento, parte o como se diga.
Feliz día y estremeceros, como yo.

Mª Jesús Lamora dijo...

Me estremezco con la música, con la voz y con los coros.
Voy a poner un enlace para que todo el que entre pueda sentir lo mismo.
Gracias, Bl, siempre.