jueves, diciembre 27, 2007

Turrón y sucedáneos


Significado:


-Esa cosa masticable y dulzona que se te queda por los dientes y por las encías, y no sabes cómo disimular cuando lo comes delante de otros.

-Eso que hace que me acuerde de sus santos padres, léase almendras, azúcares y demás, de los turroneros, de los envasadores y de todo aquél que ha participado en que yo no pueda vestirme hoy.
-Aquello que regalas o te regalan, o compras o te compran, con el fin de desear lo mejor, aunque luego lo mires con cara de circunstancias porque tu estómago aúlla, grita desesperado, se retuerce en cuanto tu cerebro le envía la información de: "Prepárate, haz sitio, que te baja más por el esófago" y él bufa un NO MÁS en forma de ruido atronador audible a cientos de metros, por favor, que mis paredes no están para estos trotes.

Preguntas:

-¿Por qué en muchos establecimientos se puede comprar turrón durante todo el año, por qué no se guarda este propósito para los últimos días de diciembre, como antaño, y, ya de paso, por qué pretender que sea Navidad siempre, doce largos meses, por qué adornar el mundo desde noviembre, casi al día siguiente del de los difuntos, pobres almas, por qué anunciar en El Corte Inglés los regalos en cuanto empieza el otoño?
En segundo lugar, y ya que hablamos del dulce empalagoso, engordador:
-¿Existe algún cuchillo u útil para cortarlo bien y que aparezca en la bandeja perfectamente colocado, a modo de vidriera de diferentes colores y texturas o collage simétrico, sin nada que haga pensar que, al cogerlo con los delicados dedos, te vas a quedar con la mitad porque la otra se ha quedado en el llano o, lo que es peor, a mitad de camino entre la bandejita plateada y tu ya saboreante boca, cual perro del recordado Paulov?
Por último:
-¿Hay alguna manera de saber si el trocito que has decidido engullir lleva líquido caramelizado dentro, ya desenvuelto y sin etiquetas visibles, de distintos gustos, eso sí, para que, también como el perrito pauloviano, que segregaba jugos gástricos antes de tragar el maná, uno, en su afán de querer y no querer, en su recuerdo de la talla que ya no podrá apretarse en varios meses, sea capaz de descubrir si alguna ligera o apabullante mancha va a derramarse por su preciosa camisa nueva, por el almíbar afresado en cuestión?

(Si me leyera algún profesor o profesora de la carrera, me diría, arrancándose los pelos: "¿Pero dónde vas, María Jesús, con estas preguntas tan largas?")

Al rico turrón, entregue el mejor, el más caro del mundo (como aquel anuncio en el que se te pronosticaba un éxito seguro si lo adquirías y, sobre todo, si lo regalabas o lo regalas, por algo su publicidad versaba, o versa, que no lo sé, sobre el dinero que ha costado: el más caro del mundo, repito, aquello sí que impactaba), el de esta variante o la otra.


El turrón, ¿qué sería de nosotros sin él?
Se me está ocurriendo rodar un corto a propósito. Que nadie plagie la idea.

2 comentarios:

elena losada dijo...

Voy a estar unos días fuera. Espero poder entrar aquí de nuevo a la vuelta.
Hasta entonces, feliz año nuevo.
Y gracias por tus textos. Haces que sonría, que ría, muchas veces. Da gusto tener cerca personas como tú.
P.D. Lo del turrón también me lo pregunto yo.

Mª Jesús Lamora dijo...

Feliz año nuevo para ti también.
Disfruta de todo lo bueno, incluido el turrón.
Abrazo.