Primer Acto
Decorado: mesas y sillas en un lugar llamado aula.
Personajes: Los maestros ilustres de la Enseñanza Primaria de la época.
Argumento: El tutor de un grupo de educandos ha de escribir las notas de las diferentes materias para luego pasarlas a los boletines escolares de sus alumnos.
En lo que se refiere a Educación Artística, ya en aquella época, oh, la, la, se sabía que el área en cuestión englobaba Plástica, Música y Dramatización. (Hoy se mantiene la misma aberración).
Pues bien, imagínese la situación siguiente:
Dicho tutor, en un pergamino (lo que es ahora un folio) de doble entrada, ya ha incluido las notas de Plástica, porque se las ha pasado la docente que la imparte en sus niñitos, y coloca, sí, sí, que yo estaba, que yo lo vi con mis ojitos (dejemos la edad, que eso no tiene importancia ahora), la nota final de Educación Artística del trimestre sin que la Música se tenga en cuenta para nada. La dramatización aún cuenta menos, por lo que se ve.
Tal cual.
A continuación, la pobre de ¿Música, qué es eso?, se enfada, fijaos por dónde, porque piensa que para qué tiene que esforzarse con las redondas o corcheas, con Bach o Haendel, con exámenes varios, tal como dicta el Ministerio (o que cambie de estrategia, ¿no?) si a este señor profesor le importan un pimiento los notables o insuficientes que ella considere para sus alumnos en el apartado musical, a lo que el susodicho tutor le espeta que no tiene que mirar nada de lo que él hace, que son sus cosas, y ella le dice que si está apuntando algo de la materia artística, en ese caso sí que le incumbe porque, casualmente, ella imparte la, repito, ¿Música, qué es eso? Él le dice que se calle y ella le contesta que no le da la gana.
El resto de los presentes…
Segundo Acto
Sin comentarios que puedan transcribirse.
Acto Final
Bajada del telón y aire.
Aclaro que esto sucedió hace muchos, muchos años, en un lugar muy, pero que muy lejano. Vamos, pura imaginación.
Buenos días. Con Lennon y su Imagine, por ejemplo. Para quien lo quiera.
6 comentarios:
Los hay que tienen serrín en la cabeza.
Me sublevo contra los profesionales de pacotilla y más contra los que consideran la Música como una maría.
Por lo que veo, sigue habiendo de ésos.
Qué asco.
Abrazo para ti. Pasa de ellos.
A veces no resulta fácil evocar escenas de antaño y, sin embargo, el advenimiento a la memoria de algunos sucesos de hogaño, que mejor sería olvidar, nos martillea incesantemente. Supongo que conduces como prácticamente todo el mundo, me parece que en el mundo en que vivimos es casi imposible vivir sin desplazarse en automóvil, aunque nos pese. De ser así, me entenderás. Las horas al volante suelen ser numerosas, además en solitario en muchas ocasiones, lo cual, dicho sea de paso, pone en evidencia nuestra eficiencia energética. Bien, aunque la digresión suele atacarme incesantemente, casi tanto como el incipiente alzheimer, me recuerdan tus líneas de hoy tantas y tantas horas en aquellas aulas abarrotadas de alumnos, con ventanas de madera, pupitres trasnochados y frío glacial. El abrigo o el poco menos que prehistórico anorak no alcanzaban a protegernos del gélido ambiente. Escribir con guantes de lana, tampoco era moco de pavo, por muy navideña que parezca la estampa. Recuerdo también la estufa eléctrica, de aquellas que parecían pequeñas antenas parabólicas con un cucurucho central incandescente, que tenían la ímproba misión de calentar mal que bien los pies del pobre maestro. No obstante, para que tu memoria no quede aterida de frío como glacial se está quedando la mía, te diré que en el colegio donde cursaba la Primaria, en aquellos años en que el Generalísimo languidecía y sufrió pasión y muerte, a algunos desdichados se les calentaban los dedos instantáneamente a golpe de regla en las puntas de los dedos a modo de atillo de espárragos o de corazón de alcachofa, como prefieras. Vi también levantar, un día de crudo invierno, a un compañero asido de las patillas. El desdichado anduvo el resto del día con la cara enrojecida y las gotitas asomadas al balcón de sus lacrimales como si hubiese ingerido un chupito de tabasco.
Para finalizar, y en relación a la música, hubo un día que un compañero rompió la flauta de buena madera Honner en las costillas del maestro de música, a la sazón un director de coral, acordeonista y organista, que yo recuerde, contratado por el colegio con la mejor intención del mundo. Pues bien, el asombro de nuestros infantiles oídos tuvo su cenit cuando nos contaron que el padre del onagro fue al director del colegio a reclamarle el importe de la flauta que su hijo había astillado contra las costillas del infortunado profesor. Por lo que ves, alumnos y padres belicosos ya había por aquel entonces.
Gracias por tu tiempo.
El Barroco se desarrolló entre los siglos XVII y XVIII, aunque dicen que la historia se repite cada cierto tiempo, como las modas,¿no?
No sé, la verdad.
Abrazo a los dos.
Lo importante son las vivencias que los alumnos se llevan al salir del aula. La nota no va a hacer que se valore más o menos una asignatura, aunque entiendo totalmente el mosqueo de la protagonista al ver que sus notas no servían para nada, después de haber estado un buen rato evaluando a sus alumnos de la forma más justa posible.
Ya sé que la escena es del Barroco tardío, pero te diré que tus alumnos se llevan muy buenos recuerdos de tus clases. Sin ir más lejos el otro día tres chicas que hace unos 4 años fueron tus alumnas, iban en mi coche dirección a Monzón y no sé a fin de qué saliste en la conversación. Entonces una de ellas dijo: -¿os acordáis de aquella canción? Clari,clarinete, clari, clari, clari...Y todas empezaron a cantar y cantar unas cuantas canciones que recordaban de tus clases. Por cierto, también cantaron canciones en inglés de la clase de Pili Fumanal y Maria Jesús Nasarre. Y así pasamos el viaje de Binéfar a Monzón, recordando vivencias positivas del Victor Mendoza.
¡UFFFFF! ¡Menos mal que esto sucedió en el Barroco Tardío!. Ahora es imposible que existan profesores de enseñanzas artísticas con tan poca sensibilidad (al menos me niego a pensarlo). Yo es que soy muy positivo y veo la enseñanza de la música igual que en el ideario clásico (esto es, la visión que tenían los griegos de la música): se apasionaban con la música y la danza, y el aprendizaje de esta disciplina era el punto principal de una educación liberal. Por eso quiero pensar que esta reflexión de mi buena amiga Mª Jesús no es mas que una observación del pasado S. XVIII. Lo que hizo este profesor en el aula fue más propio de un soldado espartano que de un rapsoda ateniense. Sigo con mi visión "hairspray" de las cosas. Mª Jesús, sólo los que nos dedicamos a la música coincidimos con las palabras del reciente fallecido Pavarotti: "Pienso que una vida dedicada a la música es una vida bellamente empleada, y es a eso a lo que he dedicado la mía" ¡Que nos quiten lo bailao!
Abrazo
Ay, Cristina, es que me imagino las personas que iban en el coche contigo, seguro que hacia el conservatorio. Ex-alumnas fantásticas.
Fran, tengo ya la película que recomendaste; la veré uno de estos días. Siempre positivo, así me gusta.
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